El cansancio es algo común, sobre todo entre la gente mayor. El cansancio es el normal producto de la actividad y se soluciona de la forma más sencilla que es descansando. El problema es cuando el descanso no acaba con el cansancio; entonces aparece la fatiga.
El cansancio es bueno, si luego podemos descansar adecuadamente. Un buen descanso y un sueño reparador mitigan el cansancio y nos preparan para un nuevo día o esfuerzo. Cuando una persona siente cansancio, la reacción normal es sugerirle un buen descanso o, incluso, lo contrario: un tiempo de ejercicio físico, si el cansancio es debido al estrés o la tensión emocional.
Por otro lado, está la fatiga; un tipo de cansancio profundo que no se soluciona descansando, y que limita o incluso impide a muchas personas la realización de las actividades cotidianas por falta de energía. La fatiga no siempre aparece después de un esfuerzo; en muchas ocasiones no están claras las relaciones entre causa y efecto, y con demasiada frecuencia la fatiga suele aparecer sin causa que la explique. La falta continuada de energía y el cansancio excesivo que afecta a todo el cuerpo, se repiten a diario y no se alivian descansando, suelen ser síntomas más claros de un episodio de fatiga.
La fatiga puede tener orígenes y causas muy distintas como: los trastornos del sueño (insomnio, apnea), de la nutrición (anemia, falta de hierro), emocionales (depresión, estrés, consumo de alcohol o drogas), hormonales (hipotiroidismo); consumo de ciertos medicamentos en diversos tratamientos (alergias, presión arterial, cáncer, somníferos, diuréticos, etc.).
Cuando el origen de la fatiga no está claro y no desaparece tras un descanso adecuado, es necesario ponerse en manos de un profesional para que realice el diagnóstico correspondiente porque, echarle la culpa a la edad no suele ser ni una buena idea ni una solución.
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